Todos sin excepción hemos
disputado uno de estos grandes premios, probablemente algunos, como en la
canción de Los Mocos de Pablus Gallinazus, hoy lo nieguen por esas cosas de la
edad y de querer aparentar una cierta madurez (Pablus dice que “todos hemos
comido, pero que por ser mayor pensamos que en el pasado todo moco fue mejor”).
En estos grandes premios no
hay distingos de cilindradas, tipos de llanta o caballos de fuerza, se trata
simplemente de vencer a toda costa (y muy frecuentemente a costa de todo) al
rival de turno en la salida de un semáforo, en el ascenso a una montaña, o en
las curvas que quedan para llegar a la casa, lo único que cuenta es llegar
delante del fulano en la otra moto.
El instinto de
competitividad es sano porque al fin y al cabo ayuda a que miembros de la
especie humana se destaquen en uno u otro campo motivados, entre otras cosas, a
no dejarse encasillar en parámetros dictados por otros seres humanos y de paso
imponerse sobre otros colegas, pero este instinto llevado a las dos ruedas se
vuelve un tema de orgullo, es decir, de alcanzar una satisfacción personal
determinada por el afán de “ser más que el otro”, y este afán llevado afuera de
un circuito suele dar como resultado lamentables tragedias personales que en
cualquier caso pudieron ser evitadas.
Las competencias en las
calles o en las carreteras son estúpidas e innecesarias sin importar si
“compites” con amigos o con un desconocido al que te encontraste a la vuelta de
una curva, y la razón de la estupidez y lo innecesario de estas pruebas es
simple: que al tomar parte estás perdiendo el control de lo que haces y estás
cediendo ante la necesidad instintiva de ser más fuerte que el contrincante de
turno, incluso si eres un conductor con un talento excepcional y sabes que
estás en control y que vas muy por debajo de tu verdadero límite, igual estás
jugando con tu vida y con la de otras personas.
Los manuales de
motociclismo, todos sin excepción, desde las postizas cartillas institucionales
hasta los volúmenes editados por verdaderos gurús del motociclismo están de
acuerdo en una premisa: para disfrutar de la experiencia y poder mejorar como
piloto de una moto es importante mantenerse dentro de la propia zona de
confort, dejando un margen para reaccionar ante un peligro potencial y corregir
posibles errores que se presenten en la marcha. La manera de ir superando los
propios límites en la conducción de una motocicleta es ir enfrentando cada
punto débil, ya sea una trazada, una frenada o la inclinación de la moto, de
manera progresiva y con pleno control y conocimiento de lo que se está
haciendo. Para poder conseguir esto el piloto debe estar tranquilo y debe ser
capaz de analizar cada acción que realiza sobre la moto, algo que no sucede
cuando se disputa uno de esos GP´s mentales, simple y llanamente porque al
entrar a hacer parte de una de estas competencias cedemos al impulso y tendemos a sobrepasar
nuestro propios límites sin control llevados por el afán de ser más
rápidos que el otro.
El problema aquí no es qué
tan bueno, regular o mal conductor de motocicleta seas, siempre, siempre habrá
alguien que sea más rápido o más lento que vos. Adicionalmente, incluso si
compites con un conocido, nunca vas a poder saber realmente cuáles sean los
límites de la otra persona y, sobretodo, nunca, ni tú ni él o ella o ellos, van
a estar en control de lo que pase con otros vehículos que circulen por la vía
ni del estado propio de la ocasional pista de carreras.
Sin importar cuál sea el caso
de cada uno, ya seas un piloto novel con vacíos e inseguridades o un experto
con miles de kilómetros a espaldas, lo mejor es siempre mantener el propio
ritmo, disfrutar de lo que se está haciendo y conservar el control sobre cada
acción realizada sobre la moto, esa es la mejor manera de disfrutar y mejorar
nuestras habilidades sobre dos ruedas, el lento no debe tratar de seguir el
paso de quien es más rápido, y el rápido no debe presionar a quien no le puede
seguir el paso, además porque ser rápido no necesariamente implica ser buen
piloto, he visto tipos con un talento excepcional hacer cosas absolutamente
estúpidas sobre una moto por el afán de llegar primero al estadero de turno. He
visto tipos que no solo tienen talento sino que además le enseñan a otros a
conducir, hacer cosas tan irracionales como adelantar un camión en plena curva
ciega o un bus por la derecha todo por probar que tienen más “huevos” que los
otros.
Y me parece una lástima
porque las salidas a rodar con ellos podrían ser muy placenteras y tendrían
mucho que aportar en cuanto a cómo sacar mayor provecho de la moto si se
tomaran las cosas con calma, pero a cambio de eso va uno pensando en cuándo
habrá que parar a recoger los sobrados de uno de esos talentosos luego de que
se den de frente con otro vehículo o de que se estampen contra un barranco.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
¿Algo para rebatir? Bienvenido, pero sin faltar al respeto de nadie