Artículo publicado inicialmente en la edición #149 de La Revista de Motos
Texto: Daniel Velandia @danielvelandia_pm
Fotos: Juan Carlos Tamayo @s_a_y_a_y_o
Fotos: Juan Carlos Tamayo @s_a_y_a_y_o
“Confiésome,
¡Oh padre!, porque he tenido pensamientos libidinosos, altamente
pecaminosos, fantasías de lujuria desbordada, de anhelos por satisfacer mis más
bajos instintos, y ¡el Señor me perdone, padrecito! Todos esos
pensamientos y fantasías han tenido como objeto de deseo a una que no me
pertenece. De hecho, si he de ser del todo honesto con usted, no solo he sido
infiel de pensamiento, ya lo fui de palabra y obra también. Habré obrado mal, ¿pero
la verdad? Por esa negra lo vuelvo a hacer cuántas veces pueda.”
Desde
que la ví por primera vez sentí que mis entrañas se encendían, en ese entonces,
cuando la presentaron como prototipo hace ya unos cuantos años, no quise
prestarle mayor atención porque la sabía inalcanzable, me limité entonces a
disfrutarla a través de las imágenes que de ella se publicaban en uno que otro
portal o revista por ahí. Obviamente sentía mucha envidia de quienes salían con
ella, pero seguía viéndola más allá de mis posibilidades; hasta que, sin
esperarlo, todo dio un giro cuando hace unas semanas me confirmaron que tendría
la oportunidad de estar con ella, no solo uno, sino tres días enteros. De más
está decir que las manos empezaron a sudarme, que se me agitó la respiración,
que tuve problemas para conciliar el sueño las noches anteriores... hasta que
finalmente llegó el momento de verla frente a frente, sabiéndola sola para mí, gozándome
cada uno de sus detalles, de sus curvas, cada pliegue en sus formas… con ella, la
realidad superó largamente a la fantasía.
Su
sola presencia, estoica y elegante en medio de la vitrina de K-Bikes donde fui
a recogerla, ya daba para hacerse una idea clara de su carácter. Con
un vistazo queda claro que en ella, como en la mayoría de las motos en su
segmento, el secreto de su encanto radica en la sencillez de sus trazos, que son
de paso, clara reminiscencia a las motos de Flat Track, esas que giran en espectaculares
derrapes hacia la izquierda, que van sin freno delantero y que han “parido” algunos
de los nombres más importantes para el motociclismo mundial, como “King” Kenny,
Wayne Rayney, “Fast Freddie” y Lawson entre otros. La tapa que rodea la farola circular
de LED por ejemplo, trata de asemejar el porta números que lucen las motos de
carreras adelante, aunque en mi opinión no lo consigue del todo bien, y cuya
verdadera razón de ser, es la de esconder parte de la gran cantidad de
conectores y del sistema eléctrico que controla los ímpetus de esta vedette.
En
el costado derecho, bajo el asiento del pasajero está la otra réplica de “number
plate” que se ve como una especie de faldón justo encima del escape decorado
con el tono de la moto, faldón que contrasta fuertemente con el espacio vacío que
queda del lado izquierdo y que para algunos puede ir en detrimento de la
simetría y el aspecto de la Svartpilen, pero que para los más entendedores
tiene una validísima razón de ser, y es que cuando derrapas en el óvalo, es el
lado derecho el que queda en las fotos. Centrando la atención más hacia el
centro de la 701, es inevitable fijarse en el depósito de combustible que destaca
por sus líneas y por la bien lograda tapa de combustible de alto relieve que
resulta muy llamativa. Los rines de 5 aspas de neta inspiración en las carreras
de tierra, y las líneas del sillín, completan el aspecto Flat de la Svartpilen,
aunque tal vez unas aspas algo más elaboradas le hubieran sentado mejor al
diseño total de la moto. Respecto al espacio que ofrece el asiento para ambos ocupantes,
hay que mencionar que para quien conduce no hay quejas, pero para quien vaya atrás
se va a encontrar con un espacio y comodidad bastante escuetos, incluso, hasta
donde alcanzamos a notar, ese asiento no está pensado ni para largos recorridos
ni para muchos kilos, dada la forma en que se dobla sobre el conjunto del stop
de LED (que está justo abajo) cuando alguien ocupa el espacio de atrás.
En
ocasiones, con solo verla una vez ya puede uno entregarse a la pena de caer en
el pecado, y aunque se venga el cielo encima, no queda más que alzar los hombros
en gesto de resignación justo antes de tirarse en plancha, sin mente, y
entregarse a lo que se haya de venir. Fue solo encender la 701 para que, a
partir de entonces y durante los días siguientes, no dejara de sentirme como un
culicagado al que una traga maluca finalmente le había dicho que sí. ¡Cosota!
No
era por su sonido, porque sin que suene mal, lo que sale del escape no es
precisamente música, pero se le perdona, era, sí, por su carácter, por esos
brios de moto quiero/ser/de/carreras, de esas que, sí es cierto, la puedes
llevar con ciertos modales en las congestiones, pero que al primer descuido se salen
de los chiros abalanzándose hacia adelante mientras te patean hacia atrás. Era
también por el desempeño de sus suspensiones… ¡curva! ¡curva! ¡curvaaaa! Por la
comodidad a sus mandos que permite andar todo el día dentro de la pesadez de la
ciudad sin dolores de espalda ni quedándote atascado entre enlatados, gracias a
un decente radio de giro de la dirección que da para moverse con cierta soltura
entre ellos. De manera qué, como vehículo urbano, se desenvuelve con gracia y mucho,
mucho estilo, los 158 kilos en seco (¡no pesa un…!) la hacen supremamente
sencilla de maniobrar en los espacios reducidos por los que haya que moverse.
¡Calienta la pierna izquierda!, eso sí, y obvio también teniendo en cuenta las
dimensiones del radiador y que de ese lado se ubica el ventilador, pero el
calor que se siente no llega a ser molesto, al menos no para mí. Por lo demás
ella es una vedette de semáforo a la que muy pocos no coge uno morboseándola de
reojo.
Pero
seamos serios, que nadie en sus cinco sentidos se va a poner a hablar de la
Svartpilen como un prodigio para andar en medio de congestiones, cuando es
obvio que lo de ella es moverse en espacios abiertos, sin cambios de luces,
salvo si es por las del semáforo que da la señal de partida para el cuarto de
milla. Podrá ser capaz de mostrar ciertos modales y disimular su verdadero
espíritu cuando rueda al ritmo de las calles, pero ella, tanto como uno, no ve
la hora de dejar atrás las señales de pare y escurrirse de ápice a ápice en
cada curva con la natural agilidad que lleva grabada en su ADN.
El
propulsor será de un solo cilindro pero entrega 75 caballos de fuerza a
8.500rpm, y empuja desde abajo con una respuesta sólida y decidida (su par
máximo es de 72Nm a 6.250rpm), desconecta el control de tracción y tienes un
potro salvaje que se va alzando el morro con la más emocionante facilidad. El
motor se siente a gusto entre las 4.000 y 8.500rpm y su capacidad de
aceleración se ve bellamente complementada por una transmisión de seis
velocidades que gracias al Quick Shifter bi direccional, permite pasar de una
marcha a otra con absoluta precisión y sin pérdida de tiempo. Lo suyo, sin
lugar a dudas, son las emociones fuertes desde la largada, basta dar un poco
más de gas para sentir como entra a jugar la electrónica para evitar que se dé
vuelta sobre su eje posterior. Luego los cambios se suceden uno a otro en
cuestión de segundos, cuando te das cuenta, estás entrando a la curva a
velocidades de tres dígitos sin un atisbo de inestabilidad gracias al paquete
que conforman chasis y suspensiones.
Al
chasis de estructura tubular de acero al cromo molibdeno, se suman adelante barras
invertidas WP de 43 mm completamente regulables, y un amortiguador posterior,
también WP, pleno de ajustes, que permiten acomodar la moto a tu estilo y llevar
al límite la rigídez del bastidor y la capacidad de agarre de las llantas
Pirelli MT 60 RS, consiguiendo inclinaciones de infarto con trazadas prolijas y
la seguridad que da adicionalmente el sistema de control de paso por curva.
Claro que si andas en busca de lo que no se te ha perdido está siempre la
opción de desactivar el control de tracción mediante la pulsación de un “botón
escondido” para que en tus manos quede la responsabilidad de mantener esa
llanta trasera en contacto con el asfalto.
El
sistema de frenada no desentona con el rendimiento de la Svartpilen, tal vez un
solo disco delantero pudiera parecer insuficiente, pero la unidad Brembo de
320mm, cuatro pistones y anclaje radial no llega a quedarse corta para
controlar el impulso de esta moto, garantizando tacto y progresividad bajo
cualquier circunstancia, y contando
además con el complemento que da el disco posterior de 240mm.
Curva
tras curva, no llega un momento en el que sientas ganas de bajar el ritmo, ni
tampoco en el que sientas ganas de detenerte, lo de ella son sensaciones a tope
todo el tiempo, lo de ella es hacerte sentir vivo sin pausas, cortándote el
aliento, haciéndote vivir solo el presente, con ella no hay pasado, y sí, un
futuro.
¿Será
acaso la moto ideal? Para nada, es un juguete, simple y sencillo, de esos que
justifican el dicho que reza que la diferencia entre los niños y los hombres es
el tamaño de sus juguetes. Y hay también en ella detalles que no terminan de
convencer, como el tablero de instrumentos, completo en información, no tan
sencillo de leer y con unos botones incómodos para moverse entre el menú. Su
autonomía de combustible no le permite cubrir largas distancias sin tener que
andar buscando dónde repostar el líquido carburante... pero ¡qué importa! Es
juguete y no por ello deja de ser la diva que es, la madame que despierta tus
más bajos instintos y la que te lleve de la mano a disfrutar las sensaciones
más placenteras sobre dos ruedas cada vez que tengas acceso a ella. ¡Así cualquiera
peca!
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