Esta columna fue inicialmente publicada en la edición #46 de la Revista Bimotos.
Empiezo dejando
claro que de fútbol no sé prácticamente nada en realidad, casi lo mismo que de rugby, de motos conozco lo suficiente como para poder vivir de ellas y a nivel
deportivo el primero me parece de lo más soso, el segundo interesante y
entretenido y del tercero… bueno no me alcanzarían los adjetivos para describir
lo que me hace sentir el tercero.
Sin embargo…
Dice Wikipedia (literalmente): “Fanatismo es una actitud o actividad que se manifiesta con pasión exagerada, desmedida y tenaz en defensa de una idea, teoría, cultura, estilo
de vida, etc. Psicológicamente, la
persona fanática manifiesta una apasionada e incondicional adhesión a una causa,
un entusiasmo desmedido y/o monomanía persistente hacia determinados temas, de modo obstinado, algunas veces
indiscriminado y violento”.
Lo que no logro
entender del fútbol, lo que no acepto del fútbol, es la pasión desbordada de los amantes del deporte que les lleva a ir armados a un estadio, prestos a
clavarle un puñal al hincha del equipo rival, que los hace tan estúpidos como
para salir a romper las vitrinas de establecimientos de personas que no tienen
nada que ver con el partido que perdió su equipo, o que sin ir a tantos extremos,
los hace encenderse en disputas ridículas sobre si este o aquel equipo es mejor
que el otro.
Lo lamentable es
que en las motos, un deporte en el que las rivalidades siempre han existido,
así como disputas, ahora se esté llegando al límite de declarar por parte de
las autoridades una carrera como evento de alto riesgo por la enemistad que
existe entre las barras de uno y otro piloto.
Para cuando esta
columna haya sido impresa y publicada ya tendremos un nuevo campeón mundial y
personalmente me importa un carajo si lo ganó el fantoche e hipócrita de Rossi
o el soberbio Lorenzo. Me da igual, ambos se lo merecen. Lo que sí espero es
que el GP de Valencia haya transcurrido en calma, con la alegría que debe
despertar el cierre de uno de los mejores campeonatos en la historia del
motociclismo y que con el cierre de la temporada podamos ver las cosas como
deben ser: ni Rossi, ni Lorenzo, ni Marquez nos dan de vivir y sus triunfos no
son los nuestros por más que nos simpatice x o y piloto. A la hora del té la
carrera se acaba el domingo y al lunes siguiente todos tenemos que salir a
ganarnos la papa otra vez.
Y es aquí donde
entra el rugby, un deporte en el que a pesar del contacto, de los golpazos, de
las caras reventadas en ocasiones (resultantes de jugadas, no de grescas) y de
la “violencia” que encierra en sus maniobras, es uno en el que cada partido,
amateur o profesional, se cierra con un Tercer Tiempo, en el que jugadores y
muchas veces, seguidores de ambos equipos, se saludan, se agradecen y a veces
hasta se van a tomar unas cervezas juntos.
No es sino ver las
felicitaciones y los comentarios publicados tanto por los Wallabes (Australia) como
por los All Blacks (Nueva Zelanda), luego de que el último venciera al primero
en la final del mundial que se disputó hace un par de semanas. Los tipos
son unos caballeros con nada más que elogios hacia sus rivales. ¿Y los
seguidores? Cada uno defendiendo a los suyos, unos festejando y otros rumiando
la derrota pero sin rollos, se acabó el juego, se acabó la disputa.
Los seguidores de
las motos deberíamos ver más rugby y menos fútbol.
Fair Play, que llaman los ingleses? el arte de disfrutar del juego, con respeto
ResponderBorrarPor eso en familia los hakas son saludables de vez en cuando!
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